Maclovio Gaxiola López

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Una vida que fue ejemplar por su entera dedicación a la obra de Dios, por el acendrado amor a la Iglesia y por el impetuoso deseo de verla prosperar en todos los sentidos.

Maclovio Gaxiola López es el nombre de este ministro y hermano que el día 12 de enero del año de 1971, sólo dos días después de haber cumplido 58 años, fue llamado a la presencia de su Señor precisamente en el mismo pueblo que lo había visto nacer: Guamúchil, Sinaloa. Gran parte de los detalles de su vida aparecen en el bosquejo biográfico que fue leído en el último culto de despedida por el Secretario General de nuestra Iglesia en ese tiempo, hermano Isidro Pérez Ramírez, y que aparece en las páginas subsiguientes, pero no está por demás añadir algunos datos más que nos ayudarán a evaluar mejor al hombre y a comprender lo que significó su aportación al desarrollo de la Iglesia Apostólica en México.

La parte del Pacífico de México, en particular los Estados de Sonora, Sinaloa y Nayarit, fueron notablemente descuidados por la mayoría de las iglesias evangélicas de México. En parte esto se debió a un hecho muy significativo que comienza a partir de 1914. En este año se reunieron en la ciudad de Cincinnati, Ohio, en los Estados Unidos, representantes y misioneros de la mayoría de las iglesias evangélicas extranjeras que en aquel entonces realizaban obra misionera en México. Estas personas creían de todo corazón que la división del protestantismo en tantas sectas era un “escándalo” y que debían hacer algo para remediar la situación en México. Como consecuencia de ello surgió el famoso (y para algunos, nocivo) “Plan de Cincinnati”, que dividió la República Mexicana en zonas que les fueron asignadas a iglesias diferentes. Así los estados del Pacífico, incluyendo a Jalisco, pasaron al territorio de la Iglesia Cristiana Congregacional. Esta iglesia iniciaba entonces un período de descenso que la hace actualmente una de las más minúsculas del país, pues el número total de miembros no pasa de 600, no obstante que, a principios del siglo era una de las iglesias más pujantes y tenía una comunidad de cerca de 5,000 miembros. La zona del Pacifico no fue atendida debidamente por los congregacionales, sus iglesias disminuyeron en número y miembros y no se cosecharon los millares de almas que vivían en una zona de por sí predispuesta a la aceptación del evangelio. No todas las iglesias evangélicas habían firmado el Plan de Cincinnati, entre ellas los bautistas y los adventistas del Séptimo Día. Ministros de estas dos iglesias trabajaron en varios lugares de la zona, así como metodistas libres.

Había en Guamúchil, Sinaloa, un patriarca de profundo arraigo en el propio estado, don Miguel Gaxiola Montoya, descendiente de vascos que se habían establecido en el estado desde 1752. Don Miguel se distinguió, entre otras cosas, por sus ideas liberales, su tolerancia y el gran número de hijos que engendró pues en tres matrimonios completó un total de cuarenta y uno. En 1908 uno de sus hijos, Fulgencio, que se había convertido en la Iglesia Metodista de Cananea, Sonora, regresó a Guamúchil, cargado de biblias y materiales evangélicos. Su padre y sus muchos hermanos recibieron con gusto la Palabra de Dios. Fulgencio se regresó a Cananea y la familia siguió abierta el evangelio, pero sin organizarse en iglesias. En el mismo año llegó a Guamúchil “la punta de fierro”, es decir, el ferrocarril, y entre los ingenieros y directores de la obra había varios protestantes que hacían servicios en sus carpas e invitaban a ellos, a don Miguel Gaxiola y sus familiares, quien en 1918 se dedicó a visitar a sus parientes y amigos en lugares como El Salitre, La Unión, Santa Rita, La Víbora y otros para hablarles de la Biblia.

No faltaron los ministros evangélicos que pasaran por Guamúchil e hicieran cultos en la casa de don Miguel. Entre ellos, un adventista de apellido Moone que en 1922 organizó una escuela sabática en casa de los Gaxiola quienes comenzaron a guardar el sábado y dejaron por un tiempo de comer cerdo y tomar café. Otro hombre de apellido Navarrete estuvo con ellos algún tiempo en 1924, y en 1926 Moisés Clavel, otro ministro adventista, se quedó con ellos algún tiempo. También les predicaba un famoso ministro laico de la iglesia congregacional de apellido Godoy. Lo sorprendente es que nunca se les organizó en iglesia ni se les invitó a que se bautizan, pues es seguro que habrían hecho ambas cosas, según lo probaron al tener contacto con la Iglesia Apostólica.